“La cultura combi” que impera en el Perú, desde hace ya un tiempo, es una cultura de la ignorancia, del "vivo", del "después te pago" y consiguiente perro muerto, la única cultura donde los chóferes de transporte público pueden hacer huelga para que la policía no les condone las multas que se ganaron a pulso. El lugar donde la conchudez y la "viveza criolla" son valores culturales que permiten sobrevivir, porque "el que no es conchudo muere cojudo". A veces uno tiene que pasar por sobre sus propios principios de legalidad, por sobre una luz roja, por sobre los demás, para que el resto no pase por encima tuyo.
El transporte público, hoy en día, es terrible, quien no ha subido a una combi denominado muchas veces “la combi asesina” y escuchar palabras como “al fondo hay sitio”, “pasaje con sencillo”, “apeguese”, “asencillame”, “suben”, “ya pe tía haga espacio”, “bajan”, “una luca el pasaje”, “la china murió cuñao”, “adelanta” y el favor más difícil de explicar y de justificar que te pueden pedir: “colabore pues amiga… la de verde”, “tu mochilita pues” Además, no se puede dejar de pensar si habrá un medio como este en otros países, en lo personal, creo que no, pero porque empezar a comparar si nuestra tema es otro. Esta cultura es un invento de la misma calle y de la resistencia humana que ha desbordado nuestras vidas hasta volverse necesario.
Se ha vuelto común, escuchar en las combis, la música chicha o luces llamativas de disco que al subir crees que estás en una juerga total, donde leer es imposible por los baches de la pista y no podemos olvidarnos del muchacho que va, por lo general, colgado de la puerta abierta gritando por pasajeros, y el chofer gordo a quien le dicen “fercho”; así mismo, por más multas y accidentes que existan no podemos dejar de alucinar que no estén ahí para llevarnos al trabajo o a cualquier lado de la manera más rápida. Asientos de tres donde entran tienen que entrar cuatro apretujados en las horas punta y hasta estar de pie con varias personas a tu alrededor, donde no reconoces a nadie porque todo se encuentra sumamente lleno y si hay un espacio vació por ahí la gente corre compitiendo por ganarle al otro, mientras un tipo les avisa que van dos adelante y están atrasados diez minutos, el chofer pisa y arranca, al diablo con todo, dinero es dinero y tienen varias vueltas que dar y competencia que superar en su propio mercado.
Estas combis, cubículos pequeños de Corea por generar polución que aquí no importa, que curioso no creen. Secretarias, empleados, gente del bien y del mal, escolares, universitarios, gente humilde, catedráticos, todos suben y se acomodan donde pueden, pagan un sol y van a donde marca la línea con la diferencia de la gran velocidad y ese submundo en donde por ese instante son parte.
Fuente: Mario Salazar, periodista de la Universidad San Martín
El transporte público, hoy en día, es terrible, quien no ha subido a una combi denominado muchas veces “la combi asesina” y escuchar palabras como “al fondo hay sitio”, “pasaje con sencillo”, “apeguese”, “asencillame”, “suben”, “ya pe tía haga espacio”, “bajan”, “una luca el pasaje”, “la china murió cuñao”, “adelanta” y el favor más difícil de explicar y de justificar que te pueden pedir: “colabore pues amiga… la de verde”, “tu mochilita pues” Además, no se puede dejar de pensar si habrá un medio como este en otros países, en lo personal, creo que no, pero porque empezar a comparar si nuestra tema es otro. Esta cultura es un invento de la misma calle y de la resistencia humana que ha desbordado nuestras vidas hasta volverse necesario.
Se ha vuelto común, escuchar en las combis, la música chicha o luces llamativas de disco que al subir crees que estás en una juerga total, donde leer es imposible por los baches de la pista y no podemos olvidarnos del muchacho que va, por lo general, colgado de la puerta abierta gritando por pasajeros, y el chofer gordo a quien le dicen “fercho”; así mismo, por más multas y accidentes que existan no podemos dejar de alucinar que no estén ahí para llevarnos al trabajo o a cualquier lado de la manera más rápida. Asientos de tres donde entran tienen que entrar cuatro apretujados en las horas punta y hasta estar de pie con varias personas a tu alrededor, donde no reconoces a nadie porque todo se encuentra sumamente lleno y si hay un espacio vació por ahí la gente corre compitiendo por ganarle al otro, mientras un tipo les avisa que van dos adelante y están atrasados diez minutos, el chofer pisa y arranca, al diablo con todo, dinero es dinero y tienen varias vueltas que dar y competencia que superar en su propio mercado.
Estas combis, cubículos pequeños de Corea por generar polución que aquí no importa, que curioso no creen. Secretarias, empleados, gente del bien y del mal, escolares, universitarios, gente humilde, catedráticos, todos suben y se acomodan donde pueden, pagan un sol y van a donde marca la línea con la diferencia de la gran velocidad y ese submundo en donde por ese instante son parte.
Fuente: Mario Salazar, periodista de la Universidad San Martín
No hay comentarios:
Publicar un comentario