domingo, 2 de diciembre de 2007

Lima de Hoy ... Lima Bizarra

Lima, aquella comarca que albergaba a unos cuantos miles de pobladores, se ha convertido en una gigantesca urbe, sobre todo, por las sucesivas migraciones en los últimos cincuenta años de su existencia.
Lima es hoy una extraña mezcla de costumbres y rostros. Parafraseando una de las mejores obras del gran escritor indigenista José María Arguedas: Lima es la capital donde se mezclan "Todas las Sangres".
La Lima de hoy es un lugar de contrastes y paradojas, donde los ruidos ensordecedores de los automóviles con su humareda plomiza, y los comerciantes tratando de sobrevivir, coexisten con las viejas casonas solariegas, de zaguanes, patios, balcones, ventanas con rejas, y apacibles conventos de evocadores claustros.
El prosista don José Gálvez en su obra "Estampas Limeñas" señala que Lima tiene un alma paradójica y que un observador curioso la puede admirar como una antigua joya resaltante en una vitrina. Por algo la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) la consagró como "Patrimonio Cultural de la Humanidad" el 13 de diciembre de 1991. Se señala que Lima ha sido, es y será la manifestación más preclara de la diversidad cultural peruana.
Por otro lado, los turistas tienen sus guías impresas para recorrer la capital del Perú y llenar sus cabezas con irrealidad. Tapadas de fino pie, virreyes en calesa, pregoneros sonrientes, románticos balcones de estirpe mora, comida gourmet basada en ingredientes que los esclavos negros le arrancaron a la buena mesa de sus patrones. Los viajeros, en cambio, tienen que descubrir Lima a punta de caminarla sin orden ni concierto. Y es que visitarla así, como vaya apareciendo, no da una Lima absolutamente atravesada, con su preñez mestiza y su delirio emergente; su hibrides y su perfecta coherencia, su furor progresista y su decadencia espléndida. Lima Bizarra es una tautológica: Lima, la Lima de hoy, es bizarra como pocas ciudades del planeta, y ahí precisamente palpita su mayo interés. La guía que el viajero ahora tiene en sus manos registra las rutas personales del autor y orienta al espíritu paria y desconcertado de quienes verdaderamente saben viajar: aquellos que no se fían de las guías oficiales de turismo. Lima Bizarra toma posición sobre la capital del Perú. Recomienda bajar a sus infiernos y vivirlos con la ternura que se merecen. Pone en primero plano el verdadero espíritu de un Centro que se nutre de su propia crisis y nos da el perfil de un Perú que no cesa de cambiar durante un solo segundo. Bienvenidos, viajeros, a esta Lima que se viene, pero para quedarse.

Extraído de: Lima Bizarra – Rafo León (se las recomiendo) y de la página Web www.yachay.com.pe

Crónica de un Urbano

Lima... ¿dónde las calles vuelan?

Viajero:
Rolly Valdivia Chávez

Lima al mediodía. Lima en hora punta: movimiento, trajín, pregones en calles que palpitan, transpiran, bullen bajo un sempiterno cielo gris, color panza de burro; ¡cómo?, así le dicen, pues, es su “chaplín”, su “mote”, su “alias” desde siempre, porque Lima es opaca, sombría, plúmbea, cuando hiere el sol o cuando carcome el frío. La bruma es eterna. La bruma es limeña, compadrito.

Es mejor no mirar al cielo. Da pena, mete nostalgia y no quiero tentar a la tristeza, menos hoy estoy “chocho” y “recontra pilas”, porque voy en busca de unas calles que están en el aire o algo por el estilo. Suena raro, pero existen, bueno, eso creo, eso me dijo un amigo que leía un libro sobre el Centro Histórico de Lima, que a decir verdad, tiene mucho de histórico, pero ya casi nada de centro.

Y es que la ciudad se estira como chicle de quinceañera y ahora es difícil saber dónde diablos está su verdadero centro geográfico; pero por algún sitio debe de andar el pobre, porque no se lo han robado -humm, al menos no tengo noticias de semejante atropello- aunque en Lima todo es posible, en eso se asemeja a la dimensión desconocida.

Con o sin centro, tengo que encontrar las calles flotantes de Lima... ¿Bajas, chino?, me pregunta el cobrador de la combi, sacándome de mis profundos y elevados pensamientos; ¿pie derecho, barrio, rápido, rápido?, ordena luego, lo que en jerga limeña significa saltar o tirarse del vehículo antes de que éste se detenga del todo. Así ganan tiempo en su imaginario y cotidiano grand prix urbano.

Otra vez soy un ciudadano de a pie. Estoy en la esquina de la avenida Tacna y Conde de Superunda, cerquita a la Plaza de Armas, el cuatricentenario corazón de Lima que, milagrosamente, no se ha infartado y aún late con vigor, entre construcciones emblemáticas como el Palacio de Gobierno, la Catedral y la sede del gobierno Municipal.

Mi idea era andar a paso de procesión, hasta que apareció una figura sospechosa (léase presunto delincuente). Pueden llamarlo cobardía, aunque personalmente preferiría que lo vieran como un refinado espíritu de supervivencia en la maraña de smog, al impulso que me llevó a cambiar de acera y apresurar el ritmo de mi marcha.

Redoblo el paso: Uno y dos, esquivando transeúntes con apariencia de zombis, escapando a las palabras hipnóticas de un charlatán armado de pócimas mágicas; izquierda-derecha-izquierda, apiadándome de los mendigos de cegueras inventadas o que exhiben hijos alquilados; y, a la vez, “toreando” automóviles 007, es decir, con licencia para matar.

Aceleré el paso y lo digo sin ningún tipo de vergüenza, porque no soy karateca ni tengo espíritu de kamikaze; más bien, estoy convencido de que si se acerca un malandrín con intenciones nadas santas, lo mejor es sacar cuerpo. “Al diablo con las calles voladoras”, pensé durante mi estratégica huida, aunque la idea no prosperó, por el contrario, desapareció más rápido que sueldo en cantina.

En verdad no me arrepiento de haber persistido en mi incursión al Centro de Lima. Y es que me quedé maravillado cuando encontré lo que buscaba. “Son como calles en el aire o por los aires”, murmuré imbuido de un espíritu metafórico; “y no están ahí por culpa de un proceso inflacionario”, agregué, mezclando mi lacrimógeno sentido del humor con mis escasos conocimientos de economía.

Lo único malo de mi “encuentro cercano” con las “calles voladoras”, es que un jubilado que andaba por ahí escuchó mi murmuración y sin recato alguno me encaró: “¿calles en el aire?, qué te has fumado, hijito. Esos son balcones”. La frase rompió todo el encanto místico-literario-metafórico que me contagió mi amigo y me situó en una realidad “abalconada”.

Una realidad que fui descubriendo de a pocos, al caminar por los gastados jirones del “Damero de Pizarro”, así se le llama al centro, en honor al fundador de la ciudad, quien debe andar medio tristón en el ¿cielo? o en el ¿infierno?, por el arranque “pseudo indigenista” del actual alcalde, que decidió mandar al depósito el monumento del capitán español, que se encontraba en la Plaza de Armas.

Más allá de la anécdota, lo que importa es que en Lima hay balcones grandes y pequeños, lindos y feos, de origen andaluz y de influencia árabe. Balcones de todo tipo y para todos los gustos, que ocultaban la mirada escrutadora y desdeñosa de los poderosos o escondían la contemplación seductora y coquetísima de las bellas hijas del Rímac.


**Nota: Algunos datos de esta crónica fueron extraídos de los libros: El Balcón Limeño, de J.G. Fiol Cabrejos; Lima Monumental, de Margarita Cubillas; Lima, Precolombina y Virreinal; e Itinerarios de Lima, de Héctor Velarde.**

viernes, 30 de noviembre de 2007

La PEA del recurseo




Oficios varios de la imaginación y el hambre

El Centro de Lima es como una vitrina de la situación laboral de las ciudades peruanas. Un espectáculo que no desalienta solamente, también llena de entusiasmo a los sociólogos de la modernidad, al punto de que se considera a todo inventor de su propio trabajo como a un Nelson Rockefeller (ex vicepresidente de los EEUU, considerado el hombre más rico del mundo en su época) en potencia. Solo que en el Perú. Las solemnes e inexactas cifras oficiales del Ministerio de Trabajo hablan de un setenta y cinco por ciento de empleo informal en el Perú. Cómo será la realidad. Lo cierto es que a estas alturas del partido, no lleva a ningún lado desgarrarse las vestiduras frente a una población económicamente activa (PEA) que con el nacimiento del día se reinventa su propio trabajo. El caudal de semi trabajadores es variado y biodiverso: hay quienes se prepararon para ello a partir de lo que fueron viendo en sus vidas desde niños; pero hay también quienes estudiaron para ser algo distinto, abogados, médicos, ingenieros, profesores, contadores, administradores, pero los vaivenes del subdesarrollo los embarcaron en la nave de "lo que venga".

Uno Danza, el resto avanza

Clase de salsa. Academia: Avenida Nicolás de Piérola 1314 o en el Jirón Mesa Redonda, cuadra 10. Teléfono: 427-4304

En el piso, pintar tres cuadrados. Dos adelante, uno detrás. Los pies se van turnando en los casilleros, primero lento, luego con rapidez. Recomendación: no pintar los casilleros en la pista de baile de la fiesta. No lo dice de broma, hay cada alumno… César Trujillo, instructor de baile, tiene 40 años de edad y 16 de experiencia. Ha producido su propio DVD, que vende a cinco soles, donde demuestra con un método clásico su teoría del baile: cómo sacar a bailar a la pareja (especial para tímidos y feos: “Siempre mírala a los ojos. Apela a la sorpresa. Aparécete de súbito e invítala a sin titubear”). Trujillo viste de negro, como los viejos pachuchos. Camisa negra, pantalón negro, zapatos negros de charol. Vincha roja, el detalle. “Los hombres suelen emborracharse antes de sacar a bailar a una chica y esta es la causa de su fracaso. Somos un país de bebedores. Eso está mal”.
Los negros, dice, tienen un sentimiento innato para bailar. Lema: lo que no nace con uno, se aprende. César ha tenido la suerte de bailar con las chicas más guapas de las fiestas a las que ha asistido. Enseña desde la experiencia. Tiempo de duración de sus clases intensivas y personales: “Yo hago bailar al más monse en dos horas”. Los mejores bailarines de salsa: Chato Barraza, Luis Delgado Aparicio, Waldir Sáenz. Centros recomendados para practicar: Discotecas Kímbara y Calle 8. Lema: “El baile es una autoayuda porque elimina la timidez. Solo los que bailan son felices”. César Trujillo enseña a seguir sus pasos en su propia casa o en las veredas trajinadas de la mera calle.


Extraído de : Lima bizarra - Rafo León

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Libre comercio sin tratados

Irse de polvos

Lima es un gigantesco mercado de venta ambulatoria donde todo se compra y todo se vende, en las calles, en los cruces de avenidas, en las puertas de las mismas tiendas. La oferta y la demanda se dan de la mano en la informalidad, tan estudiada por los economistas como no resuelta por nadie. Las cifras sobre empleo informal en el Perú superan el 75 por ciento de esa cosa existente a medias como es la PEA (Población Económicamente Activa). La no formalidad en la producción y el comercio está enraizada en un Estado absolutamente inútil-incapaz de absorber y estructurar un mercado de una riqueza extraordinaria-y en una cultura popular recursera y sacavuelta. Decididamente, para nadie en el Perú es una ventaja formar parte de un sistema formal. Al contrario, si estás en la cuneta de la informalidad no vas a pagar impuestos ni nadie te perseguirá por ellos, a diferencia de lo que te ocurriría si tuvieras una planilla, una persona jurídica, un RUC. Si cuentas con estos, la Sunat te va a caer a la vena y de esa no te escapas. No pagas impuestos, no generas ningún derecho en aquellas personas a las cuales eventualmente puedas sub emplear (la tomas, la botas y ya está), nadie te puede probar nada ilegal-ni tampoco legal- en el ejercicio de tu oficio. En otras palabras, los informales no existen. Y sin embargo, ocupan el 75 por ciento de la PEA. Y en Lima, te los encuentras en cada tramo de cada vereda, pista, parque y plaza existentes. Su mercadería es variada y plural, como la vida misma: productos de contrabando para el hogar que pueden llenarte la cada y el edificio y la manzana; golosinas, insumos para oficina, cosméticos, licores, música, libros, cigarrillos, ropa usada, ropa nueva que pasó las fronteras sin que nadie se diera cuenta, respuestos de autos, software como para enloquecer a Bill Gates.

Centro comercial La Cachina
Avenida Argentina, cuadra 8

Solos algunos de los puestos tienen numeración y nombre. Imposible conseguir datos de primera fuente o mediante entrevistas: casi nadie trabaja con boletas ni facturas.
Solo CDs originales (usados). Robert es un tipo amable de unos treinta años de edad. El local está hacia el final del tercer pasillo. Músico por géneros: rock, jazz, techno, merengue, country, cumbia, son, salsa. También tiene discos del sello Putumayo (13 soles). Cambia y compra discos desde hace cinco años. <>. Su stock es de mil discos, aproximadamente. En la Cachina hay otros cinco puestos similares, pero Robert es uno de los que más sabe de música: títulos, autores, fechas, países.
Ropa usada. Pasajes del cuatro al cinco. Sano equilibrio de original con bamba. Por lo general, lo que es nuevo es falso. Marcas: Billabong (chaleco:35 soles), Hermenegildo Zegna, Polo, DKNY.
Venta de celulares y de Claro chips al por mayor y menor. Puesto 379. Abundan los puestos de antigüedades. Circulan leyendas de gringos desubicados que consiguieron mapas originales de la Edad Clásica. A medio.


Fuente: Lima Bizarra - Rafo León

Comedores & comida

Con la boca abierta

La Lima que no canto Chabuca Granda tiene una gastronomía tan variada, que surgió de mezclas aparentemente imposibles, pero reales. En sus orígenes, el mítico mestizaje criollo gastronómico también se diferenció por clases sociales. Y muy claramente. La comida que ha sobrevivido, sin embargo, ha sido la más popular; es decir, compuesta por aquellos platos elaborados con ingredientes pobres, de desecho para las mesas de arriba, como las vísceras, o los preparados de desmenuzados que mejor es no saber qué cosa contienen realmente. La sensualidad limeña supo llevar esos mondongos, tripas e interiores a niveles exquisitos, gracias a los condimentos que por aquí siempre abundaron, al ají, a las hierbas aromáticas. Y la mano legada de cocineras maternales que hacían de la necesidad una virtud. Anticuchos de corazón, caucaus de panza, pancitas, ajíes de gallina, pasaron a la historia como lo hacen las huachafas limeñas: borrando sus orígenes. Hoy en día, tan adulterada está la gastronomía criolla limeña que actualmente el plato que más se consume en lugares públicos es el pollo a la brasa. Pollerías, cabinas de Internet, farmacia de cadena, son hoy los íconos de la modernidad urbana en el Perú. En el cercado de la capital existen 2444 restaurantes formales. De los formales, 632 funcionan en el Centro Histórico. La municipalidad de Lima realiza inspecciones aleatorias, que en realidad son degustaciones para los funcionarios ediles. A continuación, una sugerencia también aleatoria.

Número de mala suerte: 7 sabores
Jirón Áncash 708

De Gerarda Becerra. Cuéntelos, son siete: papa a la huancaína + chanfainita + tallarines rojos+ cebiche + arroz con pollo + camote + choclo. Además ají. En un solo plato.
Costo: dos soles
Gerarda tiene 55 años y vive en Lima desde los once. Nació en Cusco. <>. Clientes principales: las personas que acuden al Congreso (a media cuadra) para hacer gestiones, desempleados, vecinos. El negocio de Gerarda es una carretilla humeante que ella instala todas las mañanas en el patio del solar: A unos metros los refrescos los pone Ana María Carpio (47 años). Vende chicha y maracuyá en el verano desde hace siete años. El resto del tiempo: mazamorra morada, arroz con leche, champús, mazamorra de calabaza. <<¿Usted sabe cuál es la tradición de Barrios Altos? Pues el dulce>>. Uno de los lugares donde en verdad sobrevive la Lima de Chabuca Granda. Solo que en carretilla. Y para los provincianos. Los mismos que hacen decir a los limeños que ya no quedan limeños.


Fuente: Lima Bizarra - Rafo León

miércoles, 21 de noviembre de 2007

La Cultura Combi

“La cultura combi” que impera en el Perú, desde hace ya un tiempo, es una cultura de la ignorancia, del "vivo", del "después te pago" y consiguiente perro muerto, la única cultura donde los chóferes de transporte público pueden hacer huelga para que la policía no les condone las multas que se ganaron a pulso. El lugar donde la conchudez y la "viveza criolla" son valores culturales que permiten sobrevivir, porque "el que no es conchudo muere cojudo". A veces uno tiene que pasar por sobre sus propios principios de legalidad, por sobre una luz roja, por sobre los demás, para que el resto no pase por encima tuyo.

El transporte público, hoy en día, es terrible, quien no ha subido a una combi denominado muchas veces “la combi asesina” y escuchar palabras como “al fondo hay sitio”, “pasaje con sencillo”, “apeguese”, “asencillame”, “suben”, “ya pe tía haga espacio”, “bajan”, “una luca el pasaje”, “la china murió cuñao”, “adelanta” y el favor más difícil de explicar y de justificar que te pueden pedir: “colabore pues amiga… la de verde”, “tu mochilita pues” Además, no se puede dejar de pensar si habrá un medio como este en otros países, en lo personal, creo que no, pero porque empezar a comparar si nuestra tema es otro. Esta cultura es un invento de la misma calle y de la resistencia humana que ha desbordado nuestras vidas hasta volverse necesario.

Se ha vuelto común, escuchar en las combis, la música chicha o luces llamativas de disco que al subir crees que estás en una juerga total, donde leer es imposible por los baches de la pista y no podemos olvidarnos del muchacho que va, por lo general, colgado de la puerta abierta gritando por pasajeros, y el chofer gordo a quien le dicen “fercho”; así mismo, por más multas y accidentes que existan no podemos dejar de alucinar que no estén ahí para llevarnos al trabajo o a cualquier lado de la manera más rápida. Asientos de tres donde entran tienen que entrar cuatro apretujados en las horas punta y hasta estar de pie con varias personas a tu alrededor, donde no reconoces a nadie porque todo se encuentra sumamente lleno y si hay un espacio vació por ahí la gente corre compitiendo por ganarle al otro, mientras un tipo les avisa que van dos adelante y están atrasados diez minutos, el chofer pisa y arranca, al diablo con todo, dinero es dinero y tienen varias vueltas que dar y competencia que superar en su propio mercado.

Estas combis, cubículos pequeños de Corea por generar polución que aquí no importa, que curioso no creen. Secretarias, empleados, gente del bien y del mal, escolares, universitarios, gente humilde, catedráticos, todos suben y se acomodan donde pueden, pagan un sol y van a donde marca la línea con la diferencia de la gran velocidad y ese submundo en donde por ese instante son parte.



Fuente: Mario Salazar, periodista de la Universidad San Martín

martes, 13 de noviembre de 2007